dilluns, 9 de juliol del 2018

Palabras para un cierre,

El nostre reporter oficial Macjepi i la nostra companya Lafando, han viscut 3 dies intesos de juliol a: "De Vuelta Con el Cuaderno desde Zaragoza"


En Pep ens havia promès una mica de report, per explicar-nos el curs, però ens diu:
No veig millor repor que les paraules que ha enviat la Clara Marta sobre el esperit del quadern i el que hem viscut aquells dies:
Hola a todos,
Ahora que ya hemos regresado a nuestros respectivos sitios, quehaceres y descansos, y los asuntos del curso ya están más o menos atados, he decidido mandaros unas letras de agradecimiento -ya que el cierre del curso fue un poco precipitado- por haberos animado a inscribiros y hacer posible esta edición. A pesar del calor en Zaragoza, lo habéis dado todo compartiendo dibujo y buen ánimo.

Una de las razones por las que decidí que las mujeres fuéramos las protagonistas de este evento fue la de que todas y todos nos diéramos cuenta de las capacidades que tenemos y de que, cuando nos dejan y nos ponemos, podemos hacer lo que nos de la gana y hacerlo bien. Yo me dí cuenta de ello cuando, en septiembre, la Embajada Española en Marruecos me invitó a Rabat y a Casablanca para que impartiera unos talleres de dibujo y contara qué es eso de De Vuelta Con el Cuaderno y hablara de su trayectoria. Lo presenté como lo hubiera presentado en cualquier otro lugar, no fui consciente de lo que para los demás en Marruecos pudiera representar mi persona como mujer entrada en años, con familia y trabajo. No fui consciente, ni fue intencionado mi tono y manera de hablar cuando con toda la naturalidad del mundo expresé las bondades y energías que nos aportaba el cuaderno:

Espacio personal, propio, de expresión y de creación.
Diario íntimo y taller portátil.
Llave para acudir y dibujar espacios normalmente no abiertos al público.
Compañero de andaduras, aventuras y reflexiones.
Mejor maestro para ver cómo aprender y evolucionar.
Objeto de deseo.
Propiedad personal e intransferible.
....
Ni fue intencionado que, con la mayor normalidad del mundo, al ir a dar un taller en Casablanca al aire libre, dijera que íbamos a tomar la calle. Íbamos a tomar el espacio público como espacio creativo. Con toda la normalidad del mundo propuse sentarnos en una terraza y dibujar la avenida que veíamos. El personal, la mayoría mujeres marroquíes (con y sin pañuelo), y españoles e Italianos de las embajadas, se miraba extrañado, y yo pensé que no me había hecho entender. Repetí e insistí. Recoloqué mesas y sillas de la terraza para que se sentaran. Se sentaron los chicos, y las chicas, con risitas y comentarios pero dubitativas, hicieron lo propio. Se pusieron a dibujar y yo me senté cuando todos ya estaban dibujando. Revisé el panorama y me dí cuenta de la situación que sin pretenderlo había provocado. Detrás de nosotros, todo hombres sentados observándonos, mirándome con extrañeza y disconformidad. Y es que, sin darme cuenta, había invitado a las mujeres a sentarse en un espacio público sólo destinado a hombres que se dedican a mirar a los (las) viandantes, privilegio exclusivo masculino. De los allí presentes algunos se levantaban con curiosidad para comprobar lo que hacíamos, sorprendiéndose gratamente.

Los dibujos avanzaban y las caras de alegría y satisfacción aumentaban. Llamé al personal para exponer los dibujos, extenderlos en el suelo y comentarlos. Tomamos literalmente la calle , cortando el paso con unos papeles en el suelo que interrumpían el tránsito y el ritmo de los paseantes. Se paraban, miraban, alababan e incluso alguno se los quiso llevar, otros preguntaron el precio… Marruecos.

Acabamos el taller y las caras de orgullo y alegría desbordaban las sonrisas de todos. Las chicas se me acercaron y una me dio las gracias en nombre de todas. Me explicó que para algunas era la primera vez que se sentaban en una terraza, y que por primera vez no habían sido observadas por su condición de mujeres sino de dibujantes, y no las habían examinado lascivamente sino que las habían respetado por su creatividad, e incluso alabado. El cuaderno les había dado licencia para ocupar un espacio que les estaba restringido, y les permitía poder observar detenidamente el mundo que ocupamos. Vi como sostenían el cuaderno entre mano y pecho, amorosa y fuertemente, como si de un tesoro o talismán se tratase.

Al cabo de los días recibí por e-mail varios mensajes de agradecimiento. Me comentaban que habían hecho un grupo para salir a dibujar, y sentí que algo les había aportado. El cuaderno siembra.

Con experiencias así adquiere sentido el lema que originó estos cursos : La Revuelta de los Cuadernos.

El dibujar en convivencia para nosotros es algo habitual, fácil y divertido. En otros lugares, sobre todo para las mujeres, no es tan fácil, y mucho menos habitual. Un actividad tan sencilla como dibujar y proteger ese dibujo en dos tapas puede hacer sentirse bien y dignificar a una persona. Darle voz y sentimiento. Alentarla a crear y saber que quedan hojas en blanco para rellenarlas. Esperanza de superación y de construcción de algo propio. Suyo. No de su padre, marido, familia...
Por eso creo que el cuaderno no es sólo es un espacio creativo sino, como ya dijo Gabriel Celaya sobre la poesía, un arma cargada de futuro.

Estos días hemos construido muy buenos ratos. Hemos convivido y hemos hecho muchas cosas con la excusa de dibujar. No ha venido la prensa, no hemos salido en los medios, cosa que nunca me ha importado excepto si pienso en que en muchos lugares nos observan a través de las pantallas donde lo que sí que ven y llega es: Coca Cola, fútbol, lujo, "libertad",… Ojalá les llegase que una mujer puede ir a un cabaret a divertirse, a dibujar, a dar una conferencia. A cantar magistralmente jazz. Ser viñetista, pintora, colorista, diseñadora, presidenta de una asociación de ilustradores o de otra de dibujantes. A comerse el mundo, dibujarlo o montar un curso de dibujo para demostrar que el dibujo vale más de lo que parece. Y no veas, todo lo que valen LAS MUJERES de todo el mundo mundial.
 
 
 

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